Ojos
color miel y pelo negro azabache, era en lo primero que alguien se fijaba al
conocer a aquel joven de quince años; su nombre era Martín Camacho y su único
sueño desde muy pequeñito había sido jugar al fútbol de manera profesional.
Empezó
en el barrio con los niños de su edad, como una actividad extra escolar por las
tardes y con el equipo del barrio, con el que ya iba a competiciones; Esto iba
en serio, la familia empezó a viajar a los partidos que se jugaban fuera de
casa, y poco a poco fue pasando de un equipo a otro hasta jugar a nivel
provincial con los juveniles del Barahona F.C.
Cuando
ya tenía los quince años, al volver del instituto vio un sobre bastante extraño
encima de la encimera de la cocina, era para él, lo abrió y en el membrete de
la carta encontró el escudo de un gran equipo, el Real Transmur, nervioso y
con las manos temblonas consiguió leer su contenido; una prueba, le ofrecían una
prueba para conseguir una beca y trasladarse a la escuela del club, algún día jugaría
en el primer equipo.
Pasó
todo el día pensando en lo que iba a hacer, en que tendría que demostrar,
nervioso, no daba pie con bola, no pudo estudiar, ni cenar, se duchó y a la
cama porque a la mañana siguiente tenía que coger un tren e ir a la prueba.
Madrugó
y antes de darse cuenta ya estaba recogiendo su dorsal para empezar con el
calentamiento. Un partidillo, unos cuantos penaltis, un pequeño test, una entrevista
grupal y una personal; De vuelta a casa a esperar el resultado.
Tuvo
que esperar tres meses a la contestación, pero lo había logrado, su sueño
empezaba a cumplirse y no pensaba dejarlo escapar. Al principio fue muy duro,
lejos de su familia, sus amigos y su ciudad, no podía volver tanto como quería,
pero todo sacrificio se soportaba por el simple hecho de conseguir lo que
soñaba.
Contaba
ya con diecisiete años cuando lo hicieron debutar con el primer equipo, jugó únicamente
los últimos veinte minutos pero fue maravilloso, parecía que estaba tocado por
una varita, marcó dos goles, aunque uno lo anularon por fuera de juego, y dio
el pase para otro gol, como es normal el partido se ganó, y desde ese día fue
convocado con el equipo para todos los partidos.
Pensaba
que había alcanzado su meta, que ya nada podría hacerlo más feliz y como el que
no quiere la cosa una mañana, justo el día en que se cumplían cuatro años de
haber recibido aquella carta, mientras desayunaba escuchó su nombre por televisión,
qué estaba pasando, cuál era el significado de aquello, no podía creerlo, había
sido seleccionado, se pondría la camiseta que representaba a su país, sólo era
un partido amistoso pero podría demostrar su valía en el territorio nacional;
esto era mucho más que un sueño, ya no podía pedir nada más y con una enorme sonrisa
en su rostro, echó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos, para asimilarlo con
tranquilidad.
-Martín,
Martín despierta, tienes que prepararte, hay que coger un tren, ¿Recuerdas? -Todo había sido un sueño, un maravilloso
sueño, pero estaba a punto de comenzar de verdad, y quién podría evitar que se
hiciera realidad, ahora estaba todo en sus manos o en este caso, en sus pies.