Era
la mañana del día 31 de Diciembre, y se planteaba una noche bastante tranquila,
“me quedaré en casa” pensó él mientras se tomaba una taza del mejor café que había
probado nunca, supuso el motivo, “es el último café del año”; sonó el
timbre y cuando abrió la puerta vio al cartero con una carta certificada.
Aquello le pareció un poco extraño no era fecha de recibir ningún tipo de
carta, en fin… firmó y se dispuso a abrirla, cogió su café, su carta y se fue
al dormitorio. Una vez allí, rasgó el sobre con sumo cuidado y encontró una
nota “No estarás solo esta noche, te espero, sólo usa el billete y busca una
limusina blanca el chofer te estará esperando para llevarte al lugar de la
cita, sabe a quién debe recoger, confía en mi”, “si claro, confío en ti, pero… ¿Quién
eres?”.
No sabía qué
hacer, pero la curiosidad era más fuerte que el miedo y no quería despedir el
año solo, miro el pasaje, un billete de avión hacia Austria, a Viena
concretamente “Pues de acuerdo, hagamos las maletas” durante las horas que
transcurrieron hasta las seis de la tarde, hora en la que salía el vuelo,
estuvo barajando todas las posibilidades de quien podía ser la persona que le envió
aquella nota. Su ex-pareja, la chica de la cafetería, una amiga de la infancia,
alguna enamorada desconocida, pero no terminaba de apostar por ninguna de
ellas.
Llego la hora
de partir y subió al avión, sólo llevaba una pequeña maleta como equipaje de
mano, aunque en ella había metido ropa y calzado cómodos, algo para dormir y un
elegante traje de chaqueta gris con una camisa azul cielo que combinaba con sus
maravillosos ojos claros; “Bien vamos allá” después del despegue cogió su
libro, y se evadió dentro de él para dejar de especular un rato.
“Los
cinturones ya, que rápido se ha pasado el tiempo, ya queda menos, por fin sabré
quien es la persona en la que estoy confiando” al salir del aeropuerto encontró
en seguida la limusina blanca; el chofer como bien ponía la carta lo llamó por
su nombre, entró al coche y se dejó llevar; Viena era un lugar precioso, además
adornado con luces por las fechas que eran; la limusina paró de pronto y se abrió
la puerta, el chofer le dio un sobre cerrado y le dijo que lo entregara en
la recepción. Palais Coburg Hotel
Residenz ese era el hotel donde lo habían llevado, un lujoso cinco
estrellas; cuanto más cerca de su objetivo, más nervioso se ponía, pero ahora
no era el momento de dar marcha atrás.
El amable
recepcionista comunico a uno de los botones donde tenía que llevarlo “suite 09,
quien sea me conoce bien, sabe que es mi número favorito”. El chico abrió la
puerta y le dio una rosa roja, en aquella maravillosa habitación había una
enorme mesa con dos copas de cava recién servidas y otro sobre, él cada vez
alucinaba más, “coge las copas y pasa al dormitorio” lo hizo y por fin la vio;
era ella, su gran amor, su niña de ojos azules; se miraron y ella le dio un
tierno beso en los labios “Brinda conmigo, Feliz Año Nuevo”